Por Roberto Marra
Mucho se habla de dar impulso a la construcción de viviendas por parte de los gobiernos, sean nacional, provinciales o municipales. Pero, a la hora de implementar los planes, siempre se tratan de grandes barrios, con grandes cantidades de unidades de viviendas. Esto genera, como es de suponer, que las licitaciones que se realizan estarán destinadas unicamente a las poderosas empresas de construcción que siempre las ganan. Conclusión: trabajo para pocos profesionales de la arquitectura y la ingeniería, y para pocos trabajadores en general. Tal vez se subcontraten empresas medianas o chicas, lo cual se traducirá en pocas ganancias y demasiadas responsabilidades emergentes.
Cuando se habla de generar trabajo, pareciera que sólo se refiere a vólumen de producción, sin importar las cantidades de personas involucradas. Esta es una metodología absolutamente reñida con las necesidades de miles de trabajadores subocupados o directamente desocupados, incluyendo a los profesionales, que padecemos los mismos problemas que nuestros compañeros de labores manuales.
¿Cuál sería la razón para no implementar otro modo de encarar las políticas de vivienda y hábitat por parte de los gobiernos? ¿Qué les impide elaborar otros métodos para construir las mismas cantidades de unidades, pero con la participación de mucha mayor cantidad de trabajadores y profesionales intervinientes?
La lógica indica que se debiera repensar la planificación de la construcción de esos barrios o planes de viviendas, generando subdivisiones de los mismos, con pequeñas cantidades de unidades cada una, que permita la participación en las licitaciones de las pequeñas empresas y hasta de las micro-empresas. De esta manera, cada sector licitado estaría atendido por distintos profesionales y cada pequeña empresa haría participar a sus trabajadores, con lo cual se aumentaría la cantidad de éstos de forma extraordinaria. Con una ventaja extra, como la de la variedad en la resolución de las características de las viviendas, alejándose de la monotonía habitual de los enormes barrios.
Tampoco quedarían excluídas las grandes empresas, ya que las urbanizaciones demandan la construcción de obras de infraestructuras viales y de servicios que no resultan de fácil resolución para las pequeñas empresas. Con lo cual, nadie perdería y, por el contrario, se generaría la inclusión y participación masiva de ingentes cantidades de demandantes de trabajo.
Pensar en grande, a veces, no significa hacerlo “con los grandes”. Más bien requiere de abrir la cabeza a la renovación de las ideas, a observar la realidad con la perspectiva de todas las necesidades involucradas, y no sólo la de construir muchas viviendas. Y también significa, dejar de alimentar los privilegios.
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